En la marisma del Bajo Guadalquivir se cultiva casi todo el arroz andaluz. Un cereal que también es seña de identidad cultural en ambas márgenes del río. Su origen se remonta a los planes de la dictadura tras la guerra civil para aprovisionar al país de alimento básico en tiempos de mucha escasez.
Hoy es uno de los cultivos más modernizados de Europa, aquí se logran rendimientos por hectárea entre los más altos del mundo entorno a los 9.000 kg/Ha. Las cosechadoras están a punto de terminar de recoger las casi 40.000 hectáreas sembradas y Mauricio Soler, Presidente de la Federación de Arroceros de Sevilla califica el año como bueno, aunque no exento de problemas. Este año las altas temperaturas han hecho proliferar la plaga de Pudenta: Un insecto que ataca la espiga del cereal y hace que el grano pierda valor comercial. Este chinche ha traído de cabeza al arrocero porque no existe fitosanitario para combatirlo. En cuanto a los retos estructurales más a largo plazo Soler cita contra la sequía la modernización del sistema de abastecimiento para conseguir cantidad y calidad de agua libre de la salinidad que ahora imponen las mareas. También recuerda que la administración debe actuar sobre otro perjuicio: la corriente del río provoca se “come” ambas márgenes, acercándose peligrosamente a los capos cultivados.
El municipio sevillano de Isla Mayor es el centro este cultivo. El sector del arroz es el principal motor económico de los pueblos del Bajo Guadalquivir. Un año normal el cultivo genera más de 500.000 jornales.
Arrozúa es la mayor cooperativa que auna al 80% de los agricultores dedicados al arroz.
Aquí en Arrozúa han entendido que para sobrevivir a los bajos precios del mercado no basta con cultivar, también es necesario envasar y comercializar las 120 millones de toneladas que producen. Un sello propio basado en la calidad -seguridad alimentaria y respeto medioambiental- que los diferencie de otros arroces llegados de grandes productores mundiales como China, Vietnam o Camboya. El arroz de la marisma se cultiva bajo los estrictas condiciones que exige la producción integrada europea. En Arrozúa nos cuentan que su marca se conoce cada vez más, incluso tienen ofertas de empresas europeas que quieren comprar toda la producción del arroz de Doñana. Ahora el 80% se queda en el mercado nacional y el 20% restante se exporta a europa principalmente.
El arroz de Doñana marca la identidad cultural de los pueblos marismeños. Antaño de las zonas más deprimidas de un país entre los más pobres del continente: era la única región de Europa donde se moría de paludismo. La premiada película del director Alberto Rodríguez “Isla Mínima” es un buen retrato social del retraso económico y cultural en la década de los 70 en la marisma. Hoy la imagen es la de miles y miles de flamencos, garzas reales, cigüeñas o ánades llegados del centro de Europa instalados en las tablas de arroz buscando refugio y alimento. La relación entre Doñana -parque nacional patrimonio de Humanidad- y los arroceros ha cambiado. Se ha pasado de una convivencia de “tiro y escopeta” contra la avifauna a lo que ellos ahora definen como Doñanización del cultivo. Este es su sello comercial diferenciador del resto de arroces del Mundo.
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Fuente : RTVE
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